lunes, 21 de noviembre de 2016

La enseñanza del Evangelio

ENSEÑANZAS DE HOWARD W.  HUNTER
 
  “El propósito de la enseñanza… es que podamos ser instrumentos en las manos del Señor para efectuar un cambio en el corazón de una persona”
 
 
Ayuden a los demás a adquirir confianza en las Escrituras
 
 
Firmemente los aliento a usar las Escrituras al impartir enseñanza y a hacer todo lo que puedan por ayudar a los alumnos a usarlas y sentirse cómodos con ellas. Me gustaría que nuestros jóvenes tuvieran confianza en las Escrituras, y me gustaría que ustedes interpretaran esa frase de dos formas.

Primero, queremos que los alumnos tengan confianza en la fuerza y las verdades de las Escrituras, confianza en que su Padre Celestial realmente les está hablando a través de ellas, y confianza en que pueden escudriñarlas y encontrar respuestas a sus problemas y sus oraciones. Ésa es una clase de confianza que espero puedan dar a sus alumnos, y podrán dársela si diariamente, hora a hora, les muestran que ustedes confían en las Escrituras exactamente de esa manera. Muéstrenles que ustedes mismos tienen confianza en que las Escrituras contienen las respuestas a muchos —ciertamente la mayoría— de los problemas de la vida. De manera que al enseñar, enseñen basándose en las Escrituras.

Otro significado que está implícito en la expresión “confianza en las Escrituras” es enseñar a los alumnos los libros canónicos tan concienzudamente que ellos puedan recorrerlos fácilmente, y aprendan los pasajes, los sermones y los textos esenciales que estos contienen. Esperamos que ninguno de sus alumnos salga del aula con temor, desconcertado o avergonzado por no poder encontrar la ayuda que necesita, debido a que no conoce las Escrituras lo suficiente como para localizar los pasajes apropiados. Den a estos jóvenes experiencia suficiente con la Biblia, el Libro de Mormón, Doctrina y Convenios y la Perla de Gran Precio para que ellos tengan las dos clases de confianza que acabo de mencionar.

A menudo he pensado que si nuestros jóvenes no establecen cierto dominio y manejo de los libros canónicos, serán muy parecidos a otros jóvenes de fuera de la Iglesia.

Todos ustedes recuerdan los versículos que escribió José, el Profeta, desde su confinamiento en la Cárcel de Liberty.

Entre ellos escribió: “porque todavía hay muchos en la tierra, entre todas las sectas, partidos y denominaciones, que son cegados por la sutil astucia de los hombres que acechan para engañar, y no llegan a la verdad sólo porque no saben dónde hallarla”
D. y C. 123:12.

Como maestros en la Iglesia, tenemos la gran responsabilidad de asegurarnos de que nuestros miembros, nuestros propios jóvenes, no entren en esa lamentable categoría de ser cegados, de los que aun siendo buenos, refinados y dignos hombres y mujeres jóvenes, quedan apartados de las verdades de las Escrituras porque no saben dónde encontrarlas y porque no poseen confianza para utilizar sus libros canónicos.
 
 
Enseñen con el Espíritu

Prepárense y vivan de tal forma que tengan el Espíritu del Señor al enseñar. En nuestro mundo hay tanto que destruye el sentimiento del Espíritu y tanto que puede impedirnos tenerlo con nosotros, que debemos hacer todo lo que podamos por estos jóvenes que son agredidos y bombardeados por lo mundano que los rodea. Es preciso hacer cuanto sea posible para que puedan sentir la dulce y reconfortante presencia del Espíritu del Señor…

En una de las revelaciones más fundamentales de esta dispensación, el Señor dijo: “Y se os dará el Espíritu por la oración de fe; y si no recibís el Espíritu, no enseñaréis”
D. y C. 42:14.

Considero que este versículo quiere decir no sólo que no debemos enseñar sin el Espíritu, sino también que en realidad no podemos enseñar sin Él. El aprendizaje de las cosas espirituales sencillamente no se produce sin la presencia instructiva y confirmadora del Espíritu del Señor.

José Smith parecía estar de acuerdo con esto: “Todos deben predicar el Evangelio por el poder y la influencia del Espíritu Santo; y ningún hombre puede predicar el Evangelio sin el Espíritu Santo”
Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith, 2007, pág. 353.

…Me preocupa cuando parece que una emoción intensa o unas lágrimas que brotan libremente se equiparan con la presencia del Espíritu. Ciertamente el Espíritu del Señor puede producir fuertes sentimientos conmovedores, incluso lágrimas, pero esa manifestación externa no debe ser confundida con la presencia del Espíritu mismo.

He observado a un gran número de mis hermanos a través de los años y hemos compartido algunas experiencias espirituales inenarrables y poco frecuentes. Esas experiencias han sido todas diferentes, cada una especial en su propia manera, y esos momentos sagrados pueden estar acompañados de lágrimas, o no. Muy a menudo es así, pero a veces los acompaña un silencio total. Otras veces se presentan con gozo. Siempre vienen acompañados por una gran manifestación de la verdad, de la revelación al corazón.

Den a sus alumnos la verdad del Evangelio enseñada con poder; ésa es la forma de proporcionarles una experiencia espiritual. Dejen que venga naturalmente y como quiera, tal vez con el derramamiento de lágrimas, pero tal vez no. Si lo que ustedes dicen es la verdad, y la dicen en su pureza y con convicción sincera, los alumnos sentirán el espíritu de la verdad que está siendo enseñada y reconocerán que la inspiración y la revelación han llegado al corazón de ellos.

Así es como edificamos la fe. Así es como fortalecemos los testimonios: con el poder de la palabra de Dios enseñada en pureza y con convicción.

Presten atención a la verdad, estén atentos a la doctrina y permitan que la manifestación del Espíritu venga libremente en todas sus muchas y variadas formas. Permanezcan en los principios sólidos; enseñen con un corazón puro.

Entonces el Espíritu penetrará en su mente y corazón, y en la mente y el corazón de sus alumnos.
 
 
Inviten a los alumnos a buscar directamente a Dios el Padre y a Jesucristo

Estoy seguro de que reconocen el peligro latente de… que sus alumnos desarrollen más lealtad hacia ustedes que hacia el Evangelio… Es por este motivo por lo que deben invitar a sus alumnos a acudir por sí mismos a las Escrituras y no que ustedes simplemente se las presenten y les den su interpretación. Por esta razón deben invitar a los alumnos a sentir el Espíritu del Señor, no sólo darles su propia reflexión personal en cuanto a ello. Por esto, en definitiva, deben invitar a sus alumnos a venir directamente a Cristo, no a alguien que enseñe Sus doctrinas, por muy hábilmente que lo haga. Ustedes no estarán siempre a la disposición de estos alumnos…

Nuestra gran tarea es instruir a los alumnos en los fundamentos de aquello que puede acompañarlos a través de la vida, es dirigirlos hacia Aquél que los ama y puede guiarlos a donde ninguno de nosotros irá. Les ruego que se aseguren de que la lealtad de esos jóvenes sea para con las Escrituras, el Señor y la doctrina de la Iglesia restaurada.

Diríjanlos hacia Dios el Padre y Su Hijo Unigénito, Jesucristo, y hacia los líderes de la Iglesia verdadera… Provéanles de los dones que los sostendrán cuando tengan que hallarse solos.

Al hacer esto, la Iglesia entera será bendecida por las generaciones venideras.
 
 
Procuren llegar a cada individuo

Siempre me ha impresionado el hecho de que el Señor nos trata personal e individualmente. En la Iglesia hacemos muchas cosas en grupos, y necesitamos organizaciones de determinada envergadura para poder administrar bien la Iglesia, pero muchas de las cosas importantes —las cosas más importantes— se hacen individualmente. Bendecimos a los bebés uno por uno, aunque sean mellizos o trillizos.

Bautizamos y confirmamos a los niños de uno en uno.

Tomamos la Santa Cena, somos ordenados al sacerdocio o recibimos las ordenanzas del templo como individuos, como una persona que desarrolla una relación con nuestro Padre Celestial. Puede haber otras personas muy cerca de nosotros durante esas experiencias, tal como hay otros en las aulas; pero el énfasis del cielo recae sobre cada individuo, sobre cada persona.

Cuando Cristo se apareció a los nefitas, dijo:
“Levantaos y venid a mí, para que metáis vuestras manos en mi costado, y para que también palpéis las marcas de los clavos en mis manos y en mis pies…
“Y aconteció que los de la multitud se adelantaron y metieron las manos en su costado, y palparon las marcas de los clavos en sus manos y en sus pies; y esto hicieron, yendo uno por uno, hasta que todos hubieron llegado; y vieron con los ojos y palparon con las manos, y supieron con certeza, y dieron testimonio”
3 Nefi 11:14–15.

Esa experiencia requirió tiempo, pero era importante que cada individuo tuviera la experiencia, que cada par de ojos y cada par de manos tuviera ese testimonio personal y seguro.

Luego, Cristo trató a los niños nefitas exactamente de la misma forma. “Y tomó a sus niños pequeños, uno por uno, y los bendijo, y rogó al Padre por ellos”
3 Nefi 17:21.

Les resultará difícil dar toda la atención personal que algunos de sus alumnos desean así como necesitan, pero traten, de la mejor forma que les sea posible, de pensar en ellos individualmente y hacerles sentir algo personal y especial en el interés de ustedes, sus maestros. Oren para saber qué alumno necesita qué tipo de ayuda, y manténganse sensibles a esos susurros cuando vengan…

Recuerden que la mejor manera de enseñar es uno a uno, y muchas veces eso ocurre fuera del aula…

Al procurar impartir enseñanza individual a cada alumno, es casi seguro que descubrirán que algunos no andan tan bien como otros y que algunos ni siquiera van a clase.

Interésense personalmente en ellos; caminen la segunda milla para invitar y ayudar a la oveja perdida para que vuelva al redil. “Recordad que el valor de las almas es grande a la vista de Dios”
D. y C. 18:10.

Nuestro Salvador pagó un precio incalculable por cada uno de nosotros y es nuestra responsabilidad hacer todo lo que podamos para cooperar con Él en Su obra. Tenemos que asegurarnos de que el don de la Expiación se extienda a cada uno de los jóvenes sobre los que tenemos responsabilidad. En el caso de ustedes, eso significa mantenerlos en plena actividad en sus clases.

Presten atención especial a aquellos que quizá tengan dificultades, y vayan, según sea necesario, a encontrar a la oveja perdida. Una postal, una llamada telefónica o, si es posible, una visita personal a un hogar, en muchos casos tendrán resultados maravillosos. La atención personal a una persona joven que apenas está comenzando a perderse puede ahorrar horas y horas —ciertamente, años y años— de esfuerzo posterior en nuestro intento de llevar de nuevo a esa persona al camino de la actividad.

Hagan todo lo que puedan para fortalecer a los fuertes y para volver a anclar a los que se hayan desviado en esa época de su vida.
 
 
Enseñen mediante el ejemplo

Es bien necesario que nosotros [como maestros] demos un ejemplo apropiado y seamos diligentes y vigilantes en nuestra propia vida, que guardemos el día de reposo y que honremos a los líderes del barrio, de la estaca y de la Iglesia.

Nada indebido debería salir de nuestros labios que pudiera dar a un niño el derecho o el privilegio de hacer algo incorrecto. Ciertamente, si decimos o hacemos algo malo, los niños tendrán licencia para seguirnos.

El ejemplo lleva consigo una influencia mucho más poderosa que el precepto. Aquel que desee persuadir a los demás a hacer lo correcto, debe practicarlo él mismo. Es cierto que quien se rige por buenos preceptos por el hecho de que son buenos, y no se deja influenciar por la conducta indebida de los demás, será recompensado más abundantemente que aquel que dice pero no hace…

Los niños son propensos a imitar a las personas en quienes confían. Cuanto mayor sea su confianza, más dispuestos estarán a aceptar las buenas y las malas influencias. Los buenos miembros sienten respeto por la bondad auténtica dondequiera que la ven y procurarán imitar los buenos ejemplos.

La fórmula para ser un gran maestro no consiste sólo en guardar los mandamientos del Señor y abogar por ellos, sino obtener el espíritu de la enseñanza por medio de la oración.

Al obtener ese espíritu y guardar los mandamientos del Señor, andando en obediencia ante Él, entonces cambiará la vida de las personas en quienes influyamos y estarán motivadas a vivir una vida recta.

Todo maestro debe tener un testimonio personal de que Dios vive, de la misión divina de Jesucristo y de la realidad de la aparición del Padre y el Hijo a José Smith. No sólo ha de tener ese conocimiento y testimonio, sino que debe ansiar expresar sus creencias sin titubeos a todos los que vengan para aprender.
 
 

"La enseñanza eficaz del Evangelio lleva a la “transformación del alma humana”.

jueves, 17 de noviembre de 2016

Barrio de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

Las congregaciones de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días están organizadas geográficamente, y sus miembros asisten a los servicios de adoración cerca de su casa. Cada miembro pertenece a un barrio o a una rama. Al líder laico de un barrio, es decir, una persona que no recibe formación religiosa formal ni recibe remuneración por su servicio, se le llama obispo; él es miembro de la congregación y se le ha pedido que sirva voluntariamente en ese puesto.

Cada barrio tiene clases y actividades para grupos de diversas edades:niños, jóvenes y adultos. Son sus mismos miembros quienes aportan el tiempo y el esfuerzo necesarios para dirigir el barrio y atender las necesidades de los miembros. Los líderes locales les piden a la mayoría de los miembros que colaboren en funciones específicas, y los deberes que realizan son administrativos, didácticos o de servicio. Con el tiempo, se van cambiando esas responsabilidades, de acuerdo con las necesidades de la congregación.

Los miembros de un barrio asisten juntos el domingo y realizan actividades entre semana. Un barrio es una comunidad donde los mormones entablan amistades y se apoyan mutuamente en su esfuerzo por seguir y adorar a Jesucristo. Todos son bienvenidos a asistir a los servicios de adoración dominicales.

Varios barrios conforman una estaca, lo que es similar a una diócesis católica. El líder de la estaca es el presidente de estaca. En regiones donde hay menos miembros de la Iglesia, los Santos de los Últimos Días están organizados en distritos y ramas en lugar de barrios y estacas. Al líder laico de una rama se le llama el presidente de rama.

domingo, 13 de noviembre de 2016

AYUDA HUMANITARIA EN LA IGLESIA DE JESUCRISTO DE LOS SANTOS DE LOS ÚLTIMOS DÍAS

Además de sus actos de servicio pequeños y personales, los mormones hacen grandes donaciones, de manera organizada, a lugares que precisan ayuda. Desde que se empezó a llevar un registro en 1985, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días ha donado más de 1.000 millones de dólares en efectivo y en materiales a 167 países que han necesitado ayuda humanitaria. Envió por avión carpas (tiendas de campaña), lonas, pañales y otros suministros a las zonas de Chile afectadas por el terremoto de febrero de 2010, y dos aviones, cada uno con más de 36.000 kg de alimentos y artículos para emergencias a Haití en enero de 2010 tras el catastrófico terremoto. La organización de la Iglesia a nivel local, nacional e internacional permite coordinar rápidamente su trabajo de auxilio para que los alimentos, los suministros y los trabajadores puedan llegar en el momento en que más se los necesita.

La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días no discrimina a ninguna afiliación religiosa, étnica ni nacionalidad. Ofrece esperanza y la posibilidad de una vida que supere la enfermedad, la pobreza y la desesperación. Todo ello forma parte del plan de Dios de que llevemos las cargas los unos de los otros y actuemos como Sus manos en la tierra. El programa de bienestar de la Iglesia también ayuda a las personas que tienen necesidades a nivel local, a quienes ofrece ayuda temporal en forma de alimentos, ropa y en la búsqueda de empleo. A los que reciben ayuda se les da la oportunidad de trabajar a cambio de ella, cuando es posible.

sábado, 12 de noviembre de 2016

ARTÍCULOS DE FE

Trece declaraciones breves escritas por José Smith que resumen algunas de las doctrinas básicas de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.

1. Nosotros creemos en Dios el Eterno Padre, y en su Hijo Jesucristo, y en el Espíritu Santo.
  
2. Creemos que los hombres serán castigados por sus propios pecados, y no por la transgresión de Adán.
 
3. Creemos que por la Expiación de Cristo, todo el género humano puede salvarse, mediante la obediencia a las leyes y ordenanzas del Evangelio.
 
4. Creemos que los primeros principios y ordenanzas del Evangelio son: primero, Fe en el Señor Jesucristo; segundo, Arrepentimiento; tercero, Bautismo por inmersión para la remisión de los pecados; cuarto, Imposición de manos para comunicar el don del Espíritu Santo.
 
5. Creemos que el hombre debe ser llamado por Dios, por profecía y la imposición de manos, por aquellos que tienen la autoridad, a fin de que pueda predicar el evangelio y administrar sus ordenanzas.
 
6. Creemos en la misma organización que existió en la Iglesia Primitiva, esto es, apóstoles,profetas, pastores, maestros, evangelistas, etc.
 
7. Creemos en el don de lenguas, profecía, revelación, visiones, sanidades, interpretación de lenguas, etc.
 
8. Creemos que la Biblia es la palabra de Dios hasta donde esté traducida correctamente; también creemos que el Libro de Mormón es la palabra de Dios.
 
9. Creemos todo lo que Dios ha revelado, todo lo que actualmente revela, y creemos que aún revelará muchos grandes e importantes asuntos pertenecientes al reino de Dios.
 
10. Creemos en la congregación literal del pueblo de Israel y en la restauración de las Diez Tribus; que Sión (la Nueva Jerusalén) será edificada sobre el continente americano; que Cristo reinará personalmente sobre la tierra, y que la tierra será renovada y recibirá su gloria paradisíaca.
 
11. Reclamamos el derecho de adorar a Dios Todopoderoso conforme a los dictados de nuestra propia conciencia, y concedemos a todos los hombres el mismo privilegio: que adoren cómo, dónde o lo que deseen.
 
12. Creemos en estar sujetos a los reyes, presidentes, gobernantes y magistrados; en obedecer, honrar y sostener la ley.
 
13. Creemos en ser honrados, verídicos, castos, benevolentes, virtuosos y en hacer el bien a todos los hombres; en verdad, podemos decir que seguimos la admonición de Pablo: Todo lo creemos, todo lo esperamos; hemos sufrido muchas cosas, y esperamos poder sufrir todas las cosas. Si hay algo virtuoso, o bello, o de buena reputación, o digno de alabanza, a esto aspiramos.

viernes, 11 de noviembre de 2016

¿Por qué y en qué aspectos son diferentes los mormones?

A los representantes de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días se les suele preguntar si la Iglesia se ha ido alineando con el tiempo a la “corriente dominante”.

Si irse alineando a la “corriente dominante” significa que a los Santos de los Últimos Días se les ha ido considerando cada vez más una parte relevante, significativa y participativa de la sociedad —particularmente en los Estados Unidos, donde ya hay más de seis millones de miembros—, entonces, claro está, la respuesta es “sí”. La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, fundada en el estado de Nueva York en 1830 con tan sólo seis miembros, es hoy en día la cuarta iglesia más grande de los Estados Unidos, según estimaciones independientes.

De ello se desprende que sus miembros se encuentren en cada estrato social: en el ámbito empresarial y en la agricultura, en la educación y en las ciencias, en los partidos políticos y en el gobierno, en la industria del entretenimiento y en el mundo informativo. De hecho, es más probable que la gente conozca amigos, vecinos y compañeros de trabajo que sean Santos de los Últimos Días, y quizás no sepan tanto de la Iglesia en sí como institución o sus enseñanzas. Esto también es así en muchos otros países fuera de los Estados Unidos.

Si irse alineando a la “corriente dominante” significa que la Iglesia ha ido perdiendo las creencias que caracterizan la esencia de su mensaje, la respuesta es distinta. Si bien se respetan las opiniones divergentes de otras personas religiosas, los líderes de la Iglesia desean comunicar con claridad las creencias que definen a los Santos de los Últimos Días.

Las siguientes son algunas de las diferencias más importantes en las creencias y las prácticas entre La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y otras iglesias cristianas.
 
 
  
La Restauración

Debido a que los Santos de los Últimos Días creen que la autoridad apostólica divina se perdió después de la muerte de los antiguos apóstoles, se hacía necesario que se llevara a cabo una restauración de dicha autoridad. Los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días creen que dicha restauración empezó a principios del siglo XIX con revelaciones dadas al joven José Smith.
 
 
 
La Trinidad

Entre las diferencias más notables con otras iglesias cristianas se hallan las relacionadas con la naturaleza de Dios, de Jesucristo y del Espíritu Santo. Juntos integran lo que los Santos de los Últimos Días denominan la Trinidad.
 
 
 
Profetas contemporáneos, revelación continua y nuevas Escrituras

Los Santos de los Últimos Días creen que Dios aún habla a la humanidad, que Él ha llamado a nuevos apóstoles y profetas, y que la revelación fluye en la actualidad tal como ocurrió en la antigüedad. Es más, muchas de esas revelaciones se han incorporado formalmente a nuevos tomos de Escritura, como por ejemplo, el Libro de Mormón: Otro Testamento de Jesucristo; Doctrina y Convenios, que es una recopilación de revelaciones dadas a José Smith y a posteriores presidentes de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días; y La Perla de Gran Precio, que incluye los escritos de Moisés y Abraham, así como escritos contemporáneos de José Smith.
  
 
 
El Plan de Salvación

La teología de los Santos de los Últimos Días incluye lo que los mormones denominan el “plan de salvación”, un tema que abarca el estado premortal de todo el género humano, las razones por las que Dios creó el mundo, la naturaleza y el propósito de nuestra vida aquí y el futuro que nos aguarda en la vida venidera.
 
 
 
Los templos y su propósito

El propósito principal de la obra del templo es “sellar” o unir a las familias con la expectativa de que las relaciones familiares continúen más allá de la muerte. Los mismos ritos del templo pueden efectuarse a favor de personas fallecidas. No existe un equivalente a las prácticas del templo en otras iglesias cristianas.
 
 
 
El programa misional

La diferencia existe más bien en la práctica que en el aspecto doctrinal, ya que muchas iglesias cristianas envían misioneros a predicar el Evangelio. No obstante, el programa misional de la Iglesia se distingue y se reconoce por la gran cantidad y la extensa distribución de los misioneros, por la duración y la variedad del servicio que prestan y por su apariencia y su prédica de un Evangelio restaurado.
 
 
 
Clero laico

La Iglesia de Jesucristo no tiene un clero profesional de tiempo completo a nivel de congregación. Aún en los niveles más altos de la Iglesia, los líderes llamados a ser apóstoles de tiempo completo abandonan profesiones más lucrativas para servir en un llamamiento vitalicio como “testigos especiales de Jesucristo” y para supervisar la Iglesia en todo el mundo.
 
 
 
Prácticas de salud

El abstenerse de tomar alcohol no es exclusivo de los Santos de los Últimos Días. Sin embargo, entre ellos se espera que esa abstinencia sea completa, y que también lo sea el abstenerse del tabaco, el té y el café.

lunes, 7 de noviembre de 2016

LA FAMILIA: UNA PROCLAMACIÓN Y ADVERTENCIA.

Gordon B. Hinckley,  decimoquinto presidente de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, cuyos fuertes sentimientos por la preservación de la familia tradicional son muy conocidos; guió a una organización que representa a menos del uno por ciento de la población mundial.

Como guía de una fe considerada por sus adeptos como la  "restauración" de la iglesia que Jesucristo que se estableció hace dos milenios, el presidente Hinckley fue reconocido por los miembros de la Iglesia como un profeta de Dios y comparan su advertencia con la revelación y las Escrituras. Él decidió hacer público el documento "La familia: Una proclamación para el mundo" en una reunión de la organización que representa a las mujeres de la Iglesia, advirtiendo que aquellos que contribuyen a la desintegración de la familia, "un día deberán responder ante Dios".

Uno de los consejeros del presidente Hinckley en la Primera Presidencia, James E. Faust, expresó que fue apropiado que la proclamación se leyera por primera vez a las mujeres de la Iglesia, "porque ustedes, madres, son el corazón y el alma de la familia".
Las madres pueden ser "el corazón y el alma", pero la proclamación está destinada al esposo y a la esposa como "iguales" en la familia, destacando que la madre tiene la "responsabilidad primordial de criar a sus hijos" y el padre tiene la "responsabilidad de proteger la familia y de proveerle las cosas necesarias de la vida".

La orientación hacia la familia en la Iglesia es bien conocida por el énfasis que se pone en la historia familiar y la genealogía. "La Familia: Una Proclamación para el Mundo" es una declaración de la naturaleza divina de la unidad familiar y da dirección en cuanto a cómo nutrir las buenas relaciones familiares.

"La familia: Una proclamación para el mundo", publicada formalmente en septiembre de 1995, provino desde el cuerpo gubernamental mayor de la Iglesia: la Primera Presidencia y el Quórum de los Doce Apóstoles.

"La familia es ordenada por Dios", dice la proclamación. Entre otras cosas, bosqueja la idea que tiene la Iglesia con respecto al matrimonio: reconocido divinamente solo "entre un hombre y una mujer"; el deber del esposo y la esposa hacia los hijos, que "los padres tienen la responsabilidad sagrada de educar a sus hijos dentro del amor y la rectitud"; la moralidad, por la cual el esposo y la esposa "honran  sus promesas matrimoniales con fidelidad completa"; y el ser hombre o mujer que "es una característica esencial de la identidad y el propósito eternos de los seres humanos en la vida pre mortal, mortal y eterna".

Cuando se le preguntó en una conferencia de prensa en Tokio, en 1996, por qué había publicado el documento "La familia: Una proclamación para el mundo", el presidente Hinckley dijo: "Porque la  familia está siendo atacada. En todas partes del mundo la familia se está desmoronando".

Agregó: "El lugar para empezar a mejorar la sociedad es el hogar. Los niños, por lo general, hacen lo que se les ha enseñado. Estamos tratando de hacer que el mundo sea mejor al fortalecer a la familia".
En una entrevista con un periodista del diario nacional español El País, dijo: "No pueden tener una nación fuerte sin familias fuertes: El padre, la madre y los hijos como una unidad trabajando juntos".

La proclamación hace un llamado a los "ciudadanos responsables y a los representantes de los gobiernos de todo el mundo a fin de que ayuden a promover medidas destinadas a fortalecer la familia y mantenerla como base fundamental de la sociedad".