jueves, 15 de septiembre de 2016

"TODO LO QUE TIENE UN INICIO TIENE UN FINAL"

“¿De dónde vine?” “¿Cuál es mi propósito en la vida?” “¿A dónde iré después de esta vida?”

Decidí titular así esta publicación porque muchos hermanos que aún no conocen la verdad le temen en gran cantidad a la muerte, obviamente esto es porque NO SABEN DEL PLAN DE SALVACIÓN QUE EL PADRE CELESTIAL TIENE PARA NOSOTROS.

El título más hace referencia a que "todo lo que inicia tiene un objetivo" .

Pero, ¿qué es El Plan de Salvación?
Alma 22:13 nos enseña:
“El plan de salvación… fue preparado desde la fundación del mundo, por medio de Cristo, para cuantos quisieran creer en su nombre”.

Con esto quiero creer que existe algo más para nosotros, y esto lo vino a compartir nuestro Salvador El Hijo del Padre Celestial, Jesucristo. Pero bueno bueno, vayamos a tratar de comprender las preguntas iniciales de la publicación.

¿De dónde vine?
Aunque no pueda recordarlo, ni tú tampoco, antes de venir a esta tierra vivimos en la presencia de Dios, nuestro Padre Eterno y de Su Hijo Jesucristo. Gozábamos sin igual al tener el privilegio de venir a esta tierra a recibir un cuerpo y a seguir el plan de felicidad que Dios tiene para todos nosotros. A esto se le llama vida preterrenal y en ella sólo teníamos un cuerpo espiritual, aaahhhmmm algo parecido a lo que coloquialmente llamamos alma.

Una parte primordial del plan de Dios fue que viniéramos a la tierra a recibir un cuerpo físico y a aprender a tomar decisiones correctas. Él nos proporcionaría la capacidad de distinguir entre el bien y el mal; podríamos reconocer Su amor y Su verdad. A través de sus experiencias y pruebas, aprenderíamos a tomar decisiones correctas constantemente. Con la ayuda de Jesucristo, podríamos regresar a vivir con nuestro Padre Celestial una vez que nuestra vida en la tierra llegase a su fin.
También vinimos a seguir el plan de felicidad que Dios tiene para nosotros.
Debido a que Él nos ama, nuestro Padre Celestial nos proporcionó el albedrío, o sea, el poder de tomar decisiones. Él nos permitió decidir si seguiríamos Su plan y al Señor Jesucristo.

Como conclusión a esta pregunta nosotros venimos del Padre, de su Gloria Infinita. Éramos seres espirituales y fuimos enviados a esta vida terrenal a elegir.

¿Cuál es mi propósito en la vida?
“Si Adán no hubiese transgredido, no habría caído, sino que habría permanecido en el jardín de Edén…
Y [Adán y Eva] no hubieran tenido hijos; por consiguiente, habrían permanecido en un estado de inocencia, sin sentir gozo, porque no conocían la miseria; sin hacer lo bueno, porque no conocían el pecado.
Pero he aquí, todas las cosas han sido hechas según la sabiduría de aquel que todo lo sabe.
Adán cayó para que los hombres existiesen; y existen los hombres para que tengan gozo”.
2 Nefi 2:22-25

Muchos aspectos de la vida brindan felicidad, mientras que otros traen pesar. Esas experiencias nos ayudan a aprender a distinguir entre el bien y el mal, y a tomar decisiones correctas. Dios influye en nosotros para hacer el bien y para que le sigamos, mientras que Satanás nos tienta para que no le hagamos caso a Dios y cometamos pecados. (El pecar es optar deliberadamente por hacer lo malo o no hacer lo correcto.) Si elegimos seguir a Dios y guardar Sus mandamientos, progresamos en sabiduría y fortaleza de carácter; podemos experimentar gozo aun en momentos de aflicción, y podemos afrontar los desafíos de la vida con un espíritu de paz.
Hemos tomado muchas buenas decisiones en la vida, pero también hemos tomado algunas malas. Cuando tomamos malas decisiones y pecamos, en cierta forma nos alejamos de Dios. En las Escrituras, a esta separación se le llama muerte espiritual. Además de alejarse de Dios, el pecado también hace que nos sintamos culpables y avergonzados. Solos no podemos vencer el pecado ni sus consecuencias.

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”.
Juan 3:16

Bien, nos vamos acercando cada vez más a la respuesta de esta segunda incógnita.
Debido a que nuestro Padre Celestial nos ama, envió a Su Hijo Jesucristo a pagar por los pecados que hicieron, hacemos y se harán en el futuro hasta el fin de los tiempos. Ese pago es parte de la expiación de Jesucristo. Él sufrió voluntariamente por los pecados, los dolores, las enfermedades y las penas de todos. Por medio de Su gracia y de Su misericordia, Él puede ayudarnos con nuestras pruebas y aliviarnos de la culpa y de la pena que son el resultado de nuestros pecados.

Al pagar por mis pecados, tus pecados, los pecados de todos, Jesús no nos privó del albedrío ni de la responsabilidad personal; Él no nos purificará en contra de nuestra voluntad. Para recibir Su ayuda y Su fortaleza,  debemos ejercer fe en Él, arrepentirnos, ser bautizados, recibir el Espíritu Santo y optar por seguir Sus enseñanzas el resto de nuestra vida. Al confiar en la Expiación,  sentiremos el amor de Dios y Él nos ayudará a soportar las pruebas; y sentiremos gozo, paz y consuelo. Todo lo que parece ser injusto en la vida se rectificará a través de la expiación de Jesucristo y de la misericordia y del amor de nuestro Padre Celestial. La Expiación es el núcleo del Plan de Salvación.

“Soy un hijo de Dios; Él me envió aquí. Me ha dado un hogar y padres buenos para mí. Guíenme, enséñenme la senda a seguir para que algún día yo con él pueda vivir”.
Himnos, 196

Como conclusión a esta segunda interrogante nosotros vinimos a esta vida a tomar buenas decisiones, a ejercer el bien, a aprender las enseñanzas de nuestro Salvador y compartirlas con aquellos que aun no las saben pero fundamentalmente a practicarlas para lograr una purificación, a arrepentirnos porque sabemos que Jesucristo, por nosotros, realizo una expiación.

[Expiación: El hecho que nos permite reconciliarnos con Dios. Expiar significa padecer el castigo por el pecado, eliminando así los efectos del pecado de los pecadores que se arrepientan. Jesucristo fue el único Ser capaz de llevar a cabo una Expiación perfecta por todo el género humano. Su Expiación comprendió Su sufrimiento por nuestros pecados, el derramamiento de Su sangre, y Su muerte y Su resurrección. Por motivo de la Expiación, todo aquel que haya vivido resucitará. La Expiación también nos proporciona el medio para recibir el perdón de nuestros pecados y de vivir para siempre con Dios.]

¿A dónde iré después de esta vida?
Desde una perspectiva terrenal, se puede pensar que la muerte física es el fin, pero en realidad es el principio, un paso a seguir en el plan de nuestro Padre Celestial. Al morir, su espíritu abandonará su cuerpo e irá al mundo de los espíritus, el cual es un lugar de aprendizaje y de preparación. En el mundo de los espíritus, los recuerdos que tenga de esta vida permanecerán con usted.
La muerte no cambiará su personalidad ni su deseo por lo que es bueno o malo. Si elige seguir a Cristo durante su vida en la tierra, estará en paz en el mundo de los espíritus y descansará de sus preocupaciones. Aquellos que no opten por seguir a Jesucristo y no se arrepientan serán desdichados.
Nuestro Padre Celestial sabía que muchos de Sus hijos nunca tendrían la oportunidad de aprender acerca de Jesucristo durante esta vida y que otros preferirían no seguirlo. Debido a que Él ama a Sus hijos, Dios proporcionó la forma para que quienes están en el mundo de los espíritus aprendan acerca de Su plan, tengan fe en Jesucristo y se arrepientan. Aquellos que acepten y sigan a Jesucristo tendrán paz y descanso.

Uno de los grandes dones de Dios para todo aquel que viene a la tierra es la Resurrección, la cual es posible a través de la expiación de Jesucristo. Cuando Jesús murió en la cruz, Su espíritu fue al mundo de los espíritus. Tres días después, Su espíritu se reunió con Su cuerpo glorificado y perfecto, el cual ya no podía morir. A esa reunión del cuerpo y del espíritu se le llama resurrección. Todo el que nace en la tierra será resucitado.

Después de que usted sea resucitado, comparecerá ante Dios para ser juzgado de acuerdo con sus obras y los deseos de su corazón.

Después de que usted sea juzgado, vivirá en un estado de gloria. Debido a que las obras y los deseos de cada persona son distintos, en el cielo existen diferentes reinos, o grados de gloria.

El reino celestial. Nuestro Padre Celestial y Jesucristo moran en el reino celestial. Si usted vive de acuerdo con el Evangelio de Jesucristo y es purificado del pecado mediante la Expiación, recibirá un lugar en éste, el reino más alto; vivirá en la presencia de Dios y disfrutará de un gozo pleno.

El reino terrestre. Las personas que rehúsen aceptar el Evangelio de Jesucristo, pero que vivan una vida honorable recibirán un lugar en el reino terrestre.

El reino telestial. Aquellos que continúen en sus pecados y que no se arrepientan recibirán un lugar en el reino telestial.

Conclusión a esta última incógnita: Al morir, su espíritu abandona su cuerpo y va al mundo de los espíritus, un lugar de preparación, de aprendizaje y de descanso de las preocupaciones y las penas. Cuando sea el juicio final recibiremos nuevamente un cuerpo físico perfecto y, si decidimos seguir las enseñanzas del Evangelio, estaremos con el Padre Celestial en el esplendor de su Gloria.

¡Así que no temaís hermanos! Tengamos Esperanza y Fe en Nuestro Padre Celestial y Su Plan de Salvación.
¡Arriba, Ánimo y Adelante!

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